DE CARA AL MAR
"Y yo, mínimo ser,
ebrio
del gran vacío constelado,
a semejanza,
a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató
en el viento."
Pablo Neruda
(Memorial de Isla Negra)
Desde que leía a Neruda, me cautivó. Sus "Odas Elementales", en particular la oda al Hombre Invisible y la oda a la Alegría me estremecieron. Por eso, cuando hace varios años fui a visitar el refugio del poeta, en Isla Negra, iba reverente, buscando entender su grandeza. Y lo que encontré me asombró mucho más: lo que había en Isla Negra eran las huellas de un hombre que amó sobremanera la vida y las cosas sencillas, que coleccionaba botellas como mascarones de proa, y que gozaba con sus amigos de la misma manera como entendía al obrero de las salitreras de Iquique. Es por eso que, de alguna manera, siempre me he quedado anclado en Isla Negra. Una parte de mí siempre vuelve a ese lugar. Y en los momentos de bruma, de desolación o desesperanza, recuerdo siempre las pequeñas cosas de cada día que me hacen más llevadera la vida: el jazmin en flor, el chocolate, un "te quiero, papi", el solcito de la mañana, los atardeceres en la playa, el pan fresco, y tantos otros... Hace falta, como decía Arguedas, ir por las mañanas a los arroyos para escuchar las melodías nuevas que los músicos tocarán en la fiesta. Las grandes verdades se encuentran en lo cotidiano, y espero tener siempre la sabiduría para descubrirlas...
ebrio
del gran vacío constelado,
a semejanza,
a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató
en el viento."
Pablo Neruda
(Memorial de Isla Negra)
Desde que leía a Neruda, me cautivó. Sus "Odas Elementales", en particular la oda al Hombre Invisible y la oda a la Alegría me estremecieron. Por eso, cuando hace varios años fui a visitar el refugio del poeta, en Isla Negra, iba reverente, buscando entender su grandeza. Y lo que encontré me asombró mucho más: lo que había en Isla Negra eran las huellas de un hombre que amó sobremanera la vida y las cosas sencillas, que coleccionaba botellas como mascarones de proa, y que gozaba con sus amigos de la misma manera como entendía al obrero de las salitreras de Iquique. Es por eso que, de alguna manera, siempre me he quedado anclado en Isla Negra. Una parte de mí siempre vuelve a ese lugar. Y en los momentos de bruma, de desolación o desesperanza, recuerdo siempre las pequeñas cosas de cada día que me hacen más llevadera la vida: el jazmin en flor, el chocolate, un "te quiero, papi", el solcito de la mañana, los atardeceres en la playa, el pan fresco, y tantos otros... Hace falta, como decía Arguedas, ir por las mañanas a los arroyos para escuchar las melodías nuevas que los músicos tocarán en la fiesta. Las grandes verdades se encuentran en lo cotidiano, y espero tener siempre la sabiduría para descubrirlas...